viernes, 2 de septiembre de 2011

Aurora & Magec contra el ChupaCabras



     Érase una vez, La Diosa del Amanecer. Todos los días iba al cielo a llevarle luz a Magec, hasta que todo cambió y tuvo que luchar contra un malvado ser.
Todo comenzó un día de verano, en cuyo lugar no quiero acordarme.  Aurora iba volando hasta el cielo, para entregarle su luz a Magec, el Dios del Sol. Eran muy amigos, incluso Magec se había enamorado de la luminosidad de la preciosa Diosa. Aurora, que ya se había dado cuenta de aquello, siempre iba con él a dar paseos, jugar entre las olas y se escondían entre las montañas. Un día, después de dar un magnifico paseo por un enorme bosque, apareció un misterioso ''bicho'' si es que podemos llamarlo así, que estaba acabando con la granja de uno de los paisanos que allí se encontraban. El hombre, alarmado, se tiraba de los pocos pelos que le quedaban y gritaba cosas sin sentido. Aurora y Magec fueron a hablar con aquel individuo. Le explicó que había un monstruo por aquella zona que estaba acabando con sus animales. Magec investigó sobre aquel dato y buscó por la zona un ser como al que describía el paisano. Tenía unos ojos negros y grandes, piel verdosa y escamosa, media más o menos un metro de alto y tenía la cara ovalada. Unas garras largas que atemorizaban a simple vista. El hombre farfulló que, extrañamente, los cadáveres de sus animales, solo tenían un agujero, como si hubiera chupado la sangre y dejado el pellejo.
Aurora y Magec emprendieron camino a buscar al monstruo. A lo lejos se veía una silueta que cumplía todas las cosas dichas por el paisano. Se acercaron, por detrás, el ser salió corriendo, más bien se arrastró a rápida velocidad por el suelo hasta esconderse en la copa de un árbol. Magec, se asomó a lo alto del árbol y sigilosamente, desprendió calor de sus rayos, y Aurora le hizo un campo de fuerza, para que no escapara, y finalmente, el (bautizado por el paisano) ChupaCabras no volvió a aparecer porque a los cinco minutos de calor, se derritió tan fácil como el chocolate.

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